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El mundo de la moda tuvo una importante cita el pasado lunes cuando se celebró la Met Gala en Nueva York. Este evento reúne a anfitriones, directores creativos, editoriales, renombradas actrices y personalidades influyentes de la industria de la moda con el fin de recaudar fondos para el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York.

Al mismo tiempo se convierte en una exposición de vestidos y trajes que millones de visitantes podrán contemplar hasta mediados de septiembre.

Este evento gira en torno a una temática, este año "Bellas durmientes: el despertar de la moda".

Se exponen prendas poco vistas y se destaca la relación con los sentidos y cómo se entiende el mundo natural a través de las telas y las prendas.

Por otra parte, está la temática de la vestimenta que se ha de llevar a la gala, este año se titula Garden of Time, inspirado en un cuento del escritor inglés J.G. Ballard, evocando la naturaleza.

El evento se lleva realizando desde finales de los años cuarenta y los invitados, cuidadosamente seleccionados, actualmente pagan una entrada de setenta y cinco mil dólares.

Pero no te preocupes si no has recibido la invitación, puedes asistir por treinta mil dólares o, si vas en grupo, podéis compartir una mesa por doscientos setenta y cinco mil, en ese caso se hace un bote y arreglado.

Yo no soy seguidora de estos eventos ni suelo estar al tanto de la moda o la alta costura.

Sí que entiendo que muchos de los vestidos y trajes que se exhiben, tanto en el museo como los que se ven en esta alfombra roja de los Óscar de la moda, son realmente obras de arte y artesanía que efectivamente se merecen un museo.

Sin embargo, veo varios puntos en los que se tendría que poner el foco, y tal vez también los diseñadores podrían aportar su grano de arena en temas como la manera en la que esos trajes hacen exhibirse a las mujeres y la influencia que eso tiene, tanto en la moda femenina como en la imagen de la mujer.

Vestidos que encorsetan hasta límites imposibles generando líneas corporales irreales, sin hablar del sufrimiento de esa mujer que probablemente no pueda sentarse en toda la noche o el padecimiento inimaginable para poder ir al baño.

Otros vestidos no permiten ni subir unas escaleras, y otros no dejan ni pasar por la alfombra roja con un mínimo de elegancia en el caminar.

Sin embargo, los hombres no salen de ese look de pantalón, camisa y chaqueta; lo que viene siendo el traje de toda la vida. Simplemente existen telas más o menos llamativas o costuras más o menos visibles o los pantalones más acampanados... Pero todos ellos pueden moverse más o menos con total libertad, no llevan un traje de escayola o uno que les obligue a estar con un cuerpo perfecto para lucir buenos pectorales ni marcando un trasero ideal.

Sí que hay alguno más atrevido, pero parece ser que tampoco les está permitido vestir con looks que se escapen de ese estilo tradicional.

La influencia de la moda en la manera en la que las niñas, jóvenes y mujeres nos percibimos es muy alta.

Creo que debería ser cuestión de sentido común saber que se está jugando con la salud mental de la mitad de la población. También creo que muchas de las mujeres que aparecen en ese tipo de eventos están, en cierto modo, obligadas a cumplir con esos estándares y que en realidad están sufriendo de un evento que, si te gusta la moda, puede ser de lo más estimulante.

Sería mucho más oportuno realzar cuerpos realmente femeninos y en los que podamos identificarnos y sentirnos cómodas en lugar de verlos y sentir que no encajamos en el canon de belleza.

Si el mundo de la moda entendiese la condena que nos impone, se estaría replanteando el enfoque y dejando atrás tradiciones que beben de los años cuarenta cuando las mujeres solo debían ser guapas, sonreír mucho y estar muy calladas; es decir, bellas y durmientes.