Las que todavía no conducimos sabemos lo tedioso que es depender de alguien que tiene coche para realizar cualquier viaje. Corres el riesgo de quedarte tirada en el último momento porque tu amigo que ponía el vehículo ha cambiado de opinión y ya no deja el coche. No sería la primera vez que pasa que el conductor pelea con su pareja y decide en el último momento que no va a la escapada. Ahí solo queda que el resto ejerzan de coaches para convencerle de que se haga cargo del viaje.
Ese mismo viaje fue el que casi abandona el pasado lunes el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. El 24 de abril, el mismo que se había reído meses antes de que le apodarán ‘perro’ y había bromeado con cualquier insulto recibido por sus opositores decía que ‘hasta aquí’, que no sabía si merecía la pena seguir en el puesto si se atrevían a abrir diligencias -con poco recorrido jurídico- sobre temas de su mujer.
Tras un fin de semana de manifestaciones en las calles y mensajes de apoyo en redes sociales como quien escribe whatsapps a su amigo de que, por favor, vaya a ese viaje, Pedro Sanchez confirmaba que seguiría capitaneando el Ejecutivo. Dijo que lo haría “con más fuerza sí cabe”. Y claro que cabe, porque en su discurso faltaban medidas concretas, apoyo firme a aquellos políticos- muchas son mujeres- que antes de él han sufrido ‘lawfare’ y varias preguntas de periodistas que no se realizaron porque su respuesta a si ‘merece la pena’ se limitó únicamente a una declaración institucional.
Y pasado ese lunes, 29 de abril, los mítines políticos han traído exactamente los mismos discursos que antes de los cinco días de reflexión de Sánchez. Ahora, además, se disputan el puesto de quien ha recibido más insultos. Ese 29 de abril, no valía con un ‘yo sigo’ y faltaba un ‘esto es lo que voy a hacer para que no vuelva a pasar’, porque visto que las ruedas de prensa siguen siendo 45 minutos de insultos y reproches, la pregunta que queda es si nosotros merecemos a estos políticos.